Llaman la atención por sus increíbles variedades de color y extrañas formas. Por su capacidad de camuflaje y por la forma que tienen de cazar a sus presas. Y además son excelentes ingenieras.
En otoño y si miramos con cuidado podemos ver las ootecas de las mantis casi en cualquier lugar medianamente protegido. Un muro de piedra, entre los matorrales o en el típico montón de leña para el invierno. Las jóvenes mantis empiezan a salir en primavera.
Al principio su aspecto recuerda más a un pequeño gusano, pero en unos instantes hacen su primera muda. Parecen entonces diminutas mantis, réplicas en miniatura de sus padres. De una sola ooteca suelen nacer, dependiendo de la especie, hasta 300 crías.
Durante toda la primavera, las mantis no hacen sino que comer y comer, alcanzando en unas semanas su pleno desarrollo. Tal es así, que en pleno verano ya están en condiciones de procrear.
Mientras la hembra de mantis está comiendo, la vida del macho no corre peligro, aún así la aproximación es cautelosa. La hembra no lo atacará obviamente porque sea un macho, sino por que no lo distinguirá de cualquier otra presa y su voracidad en esta época es insaciable.
Tras ser fecundada la hembra se volverá mas voraz aún, si cabe, ya que estar bien alimentada significa una puesta de mayor tamaño.
Tan solo unos días más tarde ella buscará un lugar donde hacer su puesta: la ooteca. Comienza con una secrección parecida a la seda que al igual que ésta se endurece al contacto con el aire.
La pega firmemente a la superficie elegida y comienza a batirla con las unas paletas especiales situadas al final de su abdomen, produciendo así una masa espumosa. Poco a poco la espuma aumenta de volúmen, al poco rato coloca los primeros huevos y luego más espuma. Lo que podría parecer una masa desordenada de espuma y huevos es un ejemplo de sutileza y perfección.
En el interior de la ooteca, los huevos aparecen perfectamente ordenados. Cuentan ademas con pasillos especiales por donde las jóvenes mantis podrán salir cuando nazcan. Éstos corredores están coronados por una zona de pequeñas escamas que actúan como trampillas de salida. Toda una obra de ingeniería.
De poco servirían los detalles de su construcción, si con las primeras heladas los embriones muriesen congelados. Para evitar éste desastre es precisamente por lo que la mantis dedica tanto esfuerzo en batir su espuma. El resultado es una estructura formada por burbujas de aire, uno de los aislantes térmicos más eficaces. Dentro de la ooteca las futuras mantis permanecerán a salvo de las heladas todo el invierno. Su madre morirá con los primeros fríos del otoño.
En algunos géneros, como las Galepsus y las Tarachodula, la madre monta guardia hasta que las crías emergen. En estas especies la ooteca es alargada, de modo que la hembra pueda abrazarla con su cuerpo para ofrecerle la máxima protección.
Pero no siempre las puestas llegan a buen fin. La avispa parásita ( como por ejemplo la podagrion o pachytomoides de las torymidae) puede inyectar en el interior de la ooteca, con su enorme oviscapto, su cargamento de huevos. Sus larvas se alimentarán entonces con los embriones de las mantis. Cuando las avispas sean adultas, perforarán la ooteca para salir.
Drch.: avispa parásita.